TETÉ EL PAYASO
Al despertar aquella mañana vi que una bola roja había brotado ante mis ojos. ¡Dios mío, pero si era mi nariz! ¿Y qué le pasaba a mi pelo? Se había vuelto rizado y voluminoso como el de una peluca. ¿Y por qué vestía una ropa de colorines y unos pantalones tan anchos que los tenía que sujetar con tirantes? ¿Qué le había pasado a mi pijama?
Fui corriendo a mirarme al espejo.
—¡Aaah! —pegué un grito al ver mi cara.
Era tan blanca como una alubia y tenía una sonrisa dibujada, pese a que no me hacía nada de gracia lo que me estaba ocurriendo:
¡Me había convertido en un payaso! Sigue leyendo